miércoles, 13 de julio de 2011

Max y yo

Con Regina de fondo empiezo a escribir, más por hacer algo que por necesitarlo.

Nadar está bien, el agua, y niños jugando en ella, felicidad facilona.

Tengo que poner una guitarra acústica en mi vida, e ir a cantarle al viento.

Esto es todo lo que fui capaz de escribir ayer, a ver hoy, con la presión de que en media hora empieza Brasil, y no querré escribir...

Escucho canciones antiguas, y me alegro de haber vivido experiencias que me han permitido, con mayor o menor acierto, cultivar mi vena artística. He tenido suerte de conocer a gente muy diversa, parecida a mi, diferente, culés, madridistas, hasta colchoneros y mallorquinistas. A pocas (hablo de personas ahora, no de chicas solamente) las he amado tanto como a mí mismo, es la verdad, pero a algunas, las he amado aún más. Al menos en algún momento, la continuidad no es lo mío.

Ya he escrito de la gente, y de estas cosas, me quedo sin temas.

La verdad es que últimamente no estoy muy escritor. No sé cuando me dí cuenta de que necesitaba hacer algo artístico para alimentar mi alma. Quizás antes de que me diese cuenta mi padre ya me había apuntado a una academia de piano en la que desde el primer día tocabas el piano, sin estudiar solfeo mediante aburridos libros. Luego me compró una guitarra que usé como bajo durante años acompañando canciones de los beatles, sin tener ni idea de lo que hacía, al menos teóricamente. Luego empecé a tener algo de idea, conocí a otra alma artista, y un día le estaba escribiendo una canción de amor a mi chica. Y al siguiente un cuento. Y al siguiente la alma artista amiga compuso una mejor, y así he ido sobreviviendo cuando la vida no ha sido suficiente, y cuando lo ha sido también, pero no he dependido tanto de ello.

Basta de hablar de mi. Esto es jodidamente personal, demasiado, basta.

Ví por primera vez a Max un 11 de Julio del 68. En plena decadencia de la Beatlemanía. Estábamos acudiendo a uno de esos festivales multitudinarios en los que fumábamos porros, bebíamos alcohol, y escuchábamos a unos tíos melenudos que sonorizaban nuestras vidas. Yo estaba con un grupo de amigos y amigas, éramos unos 7. Andábamos por el Parking, en dirección al festival, cuando un coche rojo casi nos atropella. A pesar de eso no pudimos enfadarnos con un tío que escuchaba el “Sargent Peppers” en un coche rojo. Iba solo, a la aventura, así que nuestro grupo paso a ser de 8 personas. Durante el festival me enseñó muchas cosas, que yo no conocía, o que no había visto. Fue la primera vez que admiré a alguien más que a mí mismo, pero no la última, más tarde me enamoré de una joven de Massachussets criada en Connecticut que era francesa pero esa es otra historia. Max era castaño, casi rubio, y llevaba un tatuaje que hablaba de amor en su brazo derecho, bebía cocacola a todas horas, y alcohol claro, era un festival. Tocamos la guitarra durante horas, incluso nos perdimos alguna que otra actuación de grupos que no conocíamos porque nos quedamos en nuestras tiendas de campaña, cantando y todo eso. Todo eso era colocarnos. A mí me gustaba una de las chicas del grupo, y aunque creo que ella se enamoró de Max durante esos días, nunca me arrepentí de haberle invitado a unirse al grupo. Max vivió conmigo 5 años. Íbamos a la universidad, tocábamos la guitarra, bebíamos, y nos enamorábamos de las chicas, no de todas, de varias, pero de una en una. La universidad acabó, como todo, y yo me fui a Europa. Nunca hubiese pensado que sería yo el que se iría de ahí, y que el loco aventurero de Max sería el que se quedaría para formar un familia y vivir en tranquilidad. Le fui a visitar una o dos veces al año durante bastante tiempo, no sólo a él, a toda la vida que había dejado atrás, pero un día te das cuenta de que tienes demasiadas cosas que hacer en tu nueva vida como para ir visitando a la anterior asiduamente. Supongo que cuando se enteró de que había muerto de sobredosis en Montmartre, haciendo vida bohemia junto a una rubia francesa se murió de envidia, estoy seguro de que tuvo envidia aunque fuese por un segundo, incluso antes de sentir tristeza, porque esa es la vida que el tenía pensado tener antes de llegar a ese festival y conocer a la que al final fue su auténtica vida. Pero fui yo el que murió joven y feliz. Estoy bastante seguro de que él no murió tan feliz como vivió, o eso me gusta creer, porque lo importante es la vida.


No hay comentarios:

Publicar un comentario