lunes, 30 de septiembre de 2013

Marc Márquez rechaza banderas de nuestros padres.

El piloto catalán rechazó "Banderas de nuestros padres" ayer por la noche en un conocido restaurante leridano.

Márquez se encontraba celebrando la victoria con algunos miembros de su familia cuando un vendedor ambulante, cuya raza no viene al caso, le ofreció el famoso film de Clint Eastwood. El líder del mundial no dudó en rechazar la oferta con un tajante "No, gracias, tengo internet".

Márquez concentrado antes de la salida del Gran Premio.
El hecho ha causado una gran polémica tanto en las redes sociales como en el mundo del deporte y del cine. El director estadounidense Clint Eastwood ha afirmado que si Márquez no quiere ver su película "es su puto problema, a mí me da igual, por mi como si ve cine español, yo soy de Lorenzo".
Por su parte, el compañero de equipo de Márquez, Dani Pedrosa, ha pedido que se ponga freno al comportamiento de "el niño". "Los pilotos experimentados también podemos rechazar ofertas de vendedores ambulantes, pero hay que tener un poco de vergüenza y ayudar al prójimo, aunque sea negro".

El desafortunado incidente se ha producido sólo unas horas después de que, inexplicablemente, Marc se negara a coger la bandera española y cogiese una suya personalizada, como si hubiese algo más personal y bonito que la bandera de un país cuyos mandatarios te dan por culo día sí día también.

El piloto catalán, que está realizando el mejor debut en la historia de MotoGp está viviendo este año la gloria y la miseria de la fama. Futuro campeón del mundo y traidor del cine de hollywood, lo que es seguro es que el niño de cervera seguirá dando que hablar.








miércoles, 4 de septiembre de 2013

Casas tristes de madera.

Podrás estar atascada, y en lo más profundo de la incomprensión desistir en continuar, pero no te olvides de reír, porque si te puedes reír de él, hasta el dolor vale la pena.

En el suelo y bajo unas mantas que habían encontrado en uno de los armarios de la vieja y ruinosa casa, despertaron todos ellos casi simultáneamente. Eran las 9 o las 10 de la mañana y el frío de la montaña se había apoderado de ellos. Se miraron unos a otros aceptando el hecho de que no iban a dormir todo lo que necesitaban. Más por inercia que por ganas se fueron levantando y se dirigieron a la cocina, donde encontraron un paquete de galletas que quizás estaba caducado. Por algún motivo u otro todos estaban rotos por dentro y alegres por fuera. Y se reían olvidando sus miserias, o quizás acrecentándolas inconscientemente al dejarlas de lado. 

En el lago, poco después, pude observar como tres de ellos se tiraban al agua con la fuerza y las ganas propias de alguien desesperado por encontrar un lugar que arranque todo lo que ahora le condiciona. Un lugar dónde empezar de nuevo, como se suele decir. Los otros tres miraban desde la orilla, y no sé si no se daban cuenta de lo profundamente jodidos que estaban sus amigos o si precisamente porque eran conscientes de ello sonreían ante su persistencia por encontrar una salvación, aunque fuese momentánea.

Los nadadores salieron del agua y tiritando de frío dos de ellos se abrazaron, esta vez intentando llorar, pero volvieron a reír. El tercero no pudo contener las lágrimas al ver la escena. Se apartó de inmediato de los demás y caminó hacia una roca alta desde la que poder tirar piedras al agua. Luego se sentó y permaneció allí unos 20 minutos que le bastaron para repasar su vida y no sacar ninguna conclusión. 

De vuelta a la casa comieron y bebieron celebrando haber vivido lo suficiente como para desear volver a empezar. De todas maneras aún les quedaba un largo camino por recorrer, errores por repetir y lecciones por aprender. Y probablemente nunca se curarían, pero ¿por qué iban a necesitarlo?