viernes, 6 de junio de 2014

Hasta lo más profundo del mar, oscura fatalidad, cariño.

El suspiro de lo fugaz fue siempre agridulce, como su adiós precipitado con el pelo acariciándole la cara.
Yo preferí cerrar los ojos y no mirar y al despertar vi su ausencia, mucho más presente que mi ausente presencia. 
Mucho antes de eso ella me cautivó con un movimiento tan bello, pero tan lleno de dolor, que me arrancó una sonrisa y el corazón. 
Recorrí la casa lentamente y busqué alguna señal secreta, algún mensaje de despedida revelado por la luz matutina. Sólo encontré una mancha en el suelo del comedor y restos de la cena de anoche. 
Aunque trató de ocultarse de la soledad, esta siempre te atrapa. No sé por qué siempre perseguía las palabras que no quería escuchar. Buscó algo tan bueno que no se pudiese romper, pero lo bueno era frágil. Sólo cuando se quebraba se daba cuenta.
Volví a la cama decepcionado y cansado. Decidí que dormiría toda la mañana y que por la tarde vería una buena película.
Una buena película es aquella que te remueve todo por dentro y no deja nada en su sitio, aquella que te deja impregnado de una emoción intensa, imprecisa e ineludible. Como el suspiro de lo fugaz.

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