Cuando llegamos a la siguiente parada bajaste del tren y otra joven ocupó tu lugar. Desde el primer momento en que nos miramos supe que ella sí estaba interesada, pero cada vez quedaba menos para acabar el viaje y decidí concentrarme en el trabajo. De repente, a pocos minutos del final del trayecto y con el trabajo aún sin acabar, alcé la mirada y me sentí muy estúpido. El cristal que había en la parte superior del tren reflejaba a la chica que se había sentado en tu sitio. Pensé que podría haberte mirado un buen rato sin que tu te dieras cuenta, y en el caso de haberte percatado quizás hubieses pensado que si me tomaba tantas molestias en encontrar una forma para observarte quizás valía la pena entablar una conversación.
Recogí mi equipaje y bajé del tren aún estudiando lo que podría haber pasado si mi descubrimiento se hubiese producido antes. Una última mirada de la chica interesada desvaneció mis fantasías contigo y me dirigí hacia casa inconsciente de que lamentaría nuestro encuentro semanas más tarde al saber la nota de mi trabajo.
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