miércoles, 2 de enero de 2013

Dos en uno.

La casa es un trastero silencioso que se apaga y enciende los deseos de huir. Es difícil huir si no tienes a dónde ir. Hay un destino pero no es el que está marcado por las estrellas ni por dios ni por Sandro Rey. Hay un destino para la huida. Preparado para ella, no es lo más difícil. Escapar requiere valor y llegar provoca miedo, lo dice Pucho, pero lo más difícil es mantenerse después de llegar. No volver a huir, que no vuelvan a huir.
 Las expectativas son altas y la desesperación, el odio y la decepción, acechan detrás de los mejores sentimientos. Del deseo al amor, del amor al odio, del odio al deseo. Sin regla ni exactitud se alternan los estados en una vida demasiado corta para soñar y demasiado larga para vivir. O demasiado corta para vivir y demasiado larga para soñar. Es lo mismo pues lo que no concuerda es lo soñado y lo vivido. No es un problema porque lo soñado ya es pasado y cuán aburrido sería repetirlo.
Buscamos para encontrar lo que no buscábamos. Cuando todo sucede por nada y te das cuenta de que todo te ha llevado a todo lo demás sin que tu supieses nada. Desequilibrio con desequilibrio. Si no puedes evitar romperte aprende a arreglarte.

Diviso un pie, y poco a poco me es revelada la pierna. Los dos cubiertos por unas medias negras, todo está oscuro menos la ya completa y perfecta silueta, débil y poderosa, de una niña muy mayor, o de una mujer muy joven. Se acerca, lleva la ropa justa  para enseñarme y ocultarme todo lo que quiero ver. Con el mismo pie con el que me ha hipnotizado me aplasta el pecho hacia mi incómodo asiento, sólo se oye el latido acelerado de un corazón desprevenido. Baja para comprobar que estoy interesado, sonríe y se da la vuelta. Se aleja muy lentamente y entiendo que no tiene ningún lugar a dónde ir y que quiere que yo tampoco lo tenga. No lo tengo, nunca he estado menos interesado en marcharme de algún sitio. Se quita una de las prendas y calculo que sólo tres me separan de la imagen más bella y espectacular que voy a ver en mi vida. "Parece que tienes calor" me dice. Hija de puta, cómo lo sabe. "Sí...no ayudas" contesto. Espero que no sea una de esas veces en que el gracioso la fastidia. Por suerte sonríe, no es exigente, al menos en cuánto a eso, me alivio. "Ya casi me había olvidado de ti". No suelo decir mentiras tan grandes. "Pensé que no estabas interesada". Ahora no se ríe, "Calla". Callo. Me Invita a que la siga, me dice que no vamos muy lejos y se mete en una habitación. Me coge y me besa, la cosa va deprisa. Calculo, aún lleva dos. Damos un par de vueltas en la cama. Sin saber muy bien cómo, ya estoy desnudo. Pienso que es injusto que ella tenga que verme a mi cuando yo puedo verla a ella, pero parece muy contenta. Le quito la última prenda con firmeza. Ahí está.



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